Trabajar por cuenta ajena ya no está de moda: no es una solución rentable, ni flexible, ni cómoda.
De hecho, la mayoría de los traductores trabaja como freelance. En cuanto a infraestructura, solo necesitamos un ordenador, un teléfono móvil y una buena conexión a Internet. No existe ninguna necesidad de levantarnos a horas imposibles para llegar de mal humor al trabajo tras haber pasado una hora apretujado en los transportes públicos, ni de llegar a casa cuando el sol se ha puesto hace horas. Tampoco es requisito estar atados a un lugar en particular.
Los freelancers organizamos nuestro propio horario y nuestras tareas sin tener que “calentar sillas”, una práctica totalmente en desuso en muchos países que ya han comprendido su inutilidad. Organizar nuestro propio horario significa igualmente organizar nuestra capacidad de trabajo, de nada sirve trabajar doce horas seguidas vencidos ya por el cansancio y entregar, en consecuencia, un trabajo de una calidad bien inferior a la que podría haber sido si nos hubiésemos concentrado solo cinco horas en la tarea.
Todo es una distracción y una molestia en una oficina: los teléfonos y los móviles sonando, los compañeros hablando, a veces, demasiado alto, el ruido generado por las puertas, las impresoras y demás dispositivos, las reuniones intempestivas cuando más concentración se necesita, la frecuente imposibilidad de conciliar la vida privada y la laboral, las tensiones, etc.
La vida profesional del freelance es solitaria, pero, ciertas profesiones como la de traductor, requieren silencio y mucha concentración. No por ello somos “bichos raros”, también comemos, dormimos, acudimos al médico, salimos y nos divertimos, y nos vamos de vacaciones… aunque quizás lo hagamos de forma más flexible e intensa que los demás.
Quizás también trabajemos con más pasión, al tener varios clientes, cada proyecto es diferente y, por lo tanto, único, y aunque nuestro cotidiano pueda parecer muy rutinario a los ojos de los demás, nunca lo es… es más bien un reino de diversidad, sobre todo si trabajamos con varios pares de idiomas y especializaciones.
Y si, ciertos mitos son realidad… al organizar nuestro horario nosotros mismos, es perfectamente factible vernos trabajar de madrugada o un fin de semana, y escapar de nuestras pantallas un martes o un jueves.
Obviamente, ser su propio jefe también conlleva inconvenientes: es necesario separar los espacios de descanso y profesionales, respetar ciertos horarios que nos permitan tener una vida privada y hacerlos respetar por los demás, ser freelance no significa estar disponible las 24 horas y/o los 7 días de la semana. Y, sobre todo, evitar volverse adicto al trabajo.
Pero en el fondo e inconvenientes aparte, somos más libres. ¿Sabíais que se pueden mantener reuniones por Skype?
Yo no cambiaría mi situación por nada, ¿y vosotros?
Acerca del autor
Sol es Doctorada y posee un Máster en Derecho por la prestigiosa Universidad de Paris I Panthéon Sorbonne (especialidad en Derecho Inmobiliario), así como es Licenciada en Derecho (especialidad Mercantil y Fiscal), Universidad Paris II Assas, Francia.
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